Zhang Yimou lleva años en baja forma. Muchos años. En
muy baja forma. Vio que por ahí triunfaba una cosa titulada Juego de Tronos y que en su propio
país hacía adeptos una basurilla llamada Ice Fantasy. Así que se apuntó al carro con el dinero de Hollywood.
Y claro. Sale lo que
sale.
Edad Media. Un tal
William, inglés, viaja a China para averiguar cómo fabricar pólvora y se
encuentra un pastel de mucho cuidado. Los tao tei son unos monstruos de posible
origen alienígena. Hay que verlos. Atacan la Gran Muralla y son miles.
Visualmente lo que
esperas de Zhang Yimou. Espectacular su uso del color. Recupera los
fragmentos que le sobraban de los paisajes de Una mujer, una pistola y una tiende de fideos chinos y el
metraje que no pudo colocar de La maldición de la flor dorada. Mete a Matt Damon en el fregado y
ya está.
Un guión malo, una
historia simple, previsible, llena de clichés, copiando de aquí y de allá. Está
mal, claro, porque a Yimou hay que exigirle más. Asombra visualmente en algún
momento pero no emociona.
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