Me gustaron los
primeros 40 minutos. Esa misión en Casablanca. Te preguntas por qué no anda por
allí Humphrey Bogart y por qué Brad Pitt y Marion Cotillard
no se pasan por el café de Rick. Me gustaron mucho esos 40 minutos.
Luego es un desastre.
Saltos temporales de esos que un director hace poniéndote letreritos: 3 semanas
después, 9 meses después (un bebé, obvio), 1 año después. Y un giro
supuestamente sorprendente, que no lo es porque te ha estado rellenando la
pantalla con esos letreritos y te esperas que esa vida hogareña deba tener
detrás algo más.
Si el inicio en
Casablanca está muy bien porque remite a nostalgia, a guiño sin ser plagio, a
emoción de cine, el final es un abuso casi intolerable. Ese final en un
aeródromo ya no es un guiño a Casablanca.
Es querer imitar lo inimitable. Zemeckis te dice que quiere hacer Casablanca 2, que lo ha intentado y
que confía en que así haya sido.
Y qué va. Está película
debió terminar a los 40 minutos. Luego es tan inverosímil que no hay por donde
cogerla. Nadie se puede creer que una tipa con tantos recursos se deje
acorralar así por unos mentecatos. En Londres.
Una chuminada.
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