Lydia es una chica de 17 años y, como buena hija,
ha decidido seguir los pasos de su padre (Mel Gibson) y hacerse
delincuente. Pero ahora Lydia está en problemas, acusada de una serie de
asesinatos y es buscada tanto por la policía como por sus antiguos socios. Sí.
Disparó a su jefe y novio. 30.000 dólares por la cabeza de la niña.
Y aunque papá está con la condicional no va
a dejar así las cosas, con un grupo de tipejos persiguiendo a su criaturita.
Economía de medios y la historia de siempre.
Pero contada con intensidad y fuerza allí donde hay que poner la carne en el
asador. Ni tiroteos espectaculares ni locas persecuciones. Las cosas en su
justa medida. Un tipo, su hija y la relación entre ambos. Momentos difíciles en
los que se conocerán mejor de lo que nunca han hecho. Entre tanto, atacan, son
atacados y la van liando allí por dónde pasan.
Bien. Una película brusca, con arranques de violencia, en la que el
paisaje desértico evidencia la aridez de sus vidas.
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