Se lo tengo dicho y no me hacen caso. X-Men no es un producto para el
cine. Es para una serie. Empezar con los cinco originales e ir creciendo. Sin
prisa. Los guiones de las temporadas ya los tienen escritos desde hace 40 años.
Esa multitud de personajes no tiene tiempo
de expresarse, de desarrollar su carácter. Apenas apuntan el drama personal de
cada uno y ya saltan a otro. Es un barullo, un desbarajuste de acción sin la
más mínima profundidad. Un montonín. Y, la acción, reconozcámoslo, a estas
alturas del partido, no es que sea muy original.
Se salva, sí, una escena. Esa en la que
Quicksilver corretea a velocidades locas salvando a todos los chicos del colegio.
Bien pensada y con momentos divertidos. Para eso sirve la cámara lenta.
Esperaba más fuerza en el rescate de Lobezno
y, por supuesto, Fénix/Jane no es así. Ofrecen una versión muy aguada de lo que
es la auténtica Fénix. Pero eso es lo de menos.
Dinámica pero terriblemente episódica y
fragmentada.
Lo repito: ¡UNA SERIE!
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