Vienen semanas flojitas de estrenos. Al
menos a mí no me interesan. Eso es maravilloso para ponerse al día con series y
ver otras cosas. Así que no te extrañe que comente, en estos días, pelis fuera
de cartelera y series.
Line of Duty es, justo tras Happy Valley, la mejor serie policíaca inglesa. Pero así como
mucha gente ve Happy Valley,
pocos ven Line of Duty. Y en
sus tres temporadas es intensa, inteligente, poblada de buenos personajes y con
grandes momentos dramáticos.
Seguimos a los polis que suelen tener mala
fama: Asuntos Internos. Aquí son los buenos y, para empezar, eso ya es
original. Volver a introducir a la maquiavélica Lindsay Denton es un gran
acierto.
La serie arranca con el planteamiento de la
cuestión y sigue uno de esos minuciosos (y deliciosos) interrogatorios que
ocupan casi medio episodio. Me encantan. Y luego… sorprende. Siempre sorprende.
Las cosas pegan un vuelco y el ritmo de la intriga no para hasta el final.
El problema es que huele a cierre. Desde
luego pueden tomar otro caso nuevo, pero este ciclo ha sido perfecto. Tres
temporadas, tres casos con cierre pero concatenados.
Kate Fleming. No tiene mucho carisma, no es
la que lleva la iniciativa y a veces casi parece una secundaria. Ninguna otra
serie trata así a la protagonista: quitándole relevancia. En plan mosquita
muerta, anotando cosillas en su libreta, siempre da en la clave.
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