Siento un rechazo apriorístico por las pelis
de niños secuestrados (manipuladoramente sentimentales) y por las de pederastia
(desagradablemente morbosas). Tal vez por eso repudié tanto La caza.
Y por eso iba con pies de plomo a ver Spotlight.
Sin embargo me parece un guión increíble,
controlado, medido. No pasarse, no quedarse corto. No caer en lo morboso, no
ocultar lo importante.
Spotligh: un grupo de cuatro reporteros
dentro del Boston Globe. Realizan artículos de investigación a fondo. No practican,
pero son católicos. Y la mayoría de sus lectores también. Así que ahí estaban,
desvelando los actos realizados por curas, encubiertos por un cardenal,
abogados, fiscales y jueces. Pocas veces fue más cierto eso de que el camino al
infierno está lleno de buenas intenciones. Una sucesión de errores descomunales
en una cuestión tan dolorosa.
¿No es terriblemente fácil caer en lo
sentimental, lo ideológico, la manipulación, el maniqueísmo? ¿Es posible
siquiera? Pues ese equilibrio lo consigue la peli para narrar la tarea
investigadora, en la línea de Todos
los hombres del presidente.
Interesante. Sobre todo, en mi opinión,
porque pone de relieve, una vez más, que la verdad está antes que cualquier
otra consideración. El Oscar sería excesivo porque, desde un punto de vista
cinematográfico, tampoco es muy original.
Muy bien todo el reparto. Destacar quizá a Mark
Ruffalo.
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