-¡Maldita estúpida guerra!
Conversaciones en susurros que no entienden,
alguien que duerme oculto en una cueva, la detención del sacerdote, los
refugios cuando llega la aviación, movimientos subrepticios en la noche. Y los
juegos infantiles, los días alegres en el bosque…
Dos niños holandeses y una niña alemana. La
familia de uno es colaboracionista, la de otro está en la resistencia, la niña
es judía. Días de guerra y en sus vidas todo se entremezcla. Son amigos y no
entienden por qué no deben serlo. Pero inevitablemente se producen fracturas,
heridas y ellos mismos tienen secretos que les obligarán a madurar rápidamente.
Preguntas, preguntas, preguntas. Y nadie las
responde.
Ya estoy un poco cansado sobre películas
sobre el Holocausto. Pero esta perspectiva infantil me ha gustado bastante. Es
la mirada sencilla y la complejidad adulta (esa mano que aparece en un tren de
deportados y deja caer un muñeco), la sacudida del desconcierto que pone de
manifiesto el absurdo de ese maldita y estúpida guerra.
Una historia bien narrada, con una buena evolución
de los personajes, una esmerada interpretación de los niños y un final muy
logrado, con fuerza y drama.
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