En 3 años, O. Rusell ha hecho tres
películas con Jennifer Lawrence y Bradley Cooper. Las dos
primeras bajo el paraguas de los Weinstein. Los Weinstein tienen a
un montón de críticos en el bolsillo así que la primera, una comedia del montón
titulada El lado bueno de las cosas,
la colocaron en los Oscar. La segunda La gran estafa americana (que es lo que su nombre indica) tuvo la misma
suerte. En el resto del mundo, donde los Weinstein no tienen críticos en
el bolsillo, miramos las pelis como lo que eran.
Ahora, la tercera, sin los Weinstein, muestra
lo que es realmente: una pequeña tontería entretenida, sin más. O mejor dicho:
una historia interesante, como las anteriores, que O. Rusell reconvierte
a un entretenimiento agradable pero flojito.
Es la historia de una chica con mucho ojo
para inventar cosas y patentar las que son buenas. La fregona ensamblada
auto-exprimible fue el comienzo. Una historia sobre una mujer que se hace a sí
misma y llega a ser una gran empresaria. Buscar un tono de comedia para
narrarlo es un error enorme.
He sentido gran curiosidad por Joy y
su vida. No porque la peli esté bien hecha sino por lo contrario. Secundarios
sin personalidad, clichés, tramas poco creíbles… Ya digo que se deja ver con
facilidad pero debió ser mucho mejor. Había un gran potencial detrás.
Es el momento en que Jennifer Lawrence
salga corriendo de la órbita de O. Rusell.
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