Todos sabemos que Star Wars: El despertar de la fuerza es, esencialmente, un
anuncio de 136 minutos de duración para que Disney venda juguetes. Mira las
jugueterías estas navidades y verás.
Seis películas nos contaron la caída y
redención de Lord Darth Vader. Así que, de hecho, no hay más que contar. Lo que
venga ahora es otra cosa.
Asumido que es un anuncio como los de Barbie o turrones El Almendro, la cuestión es saber si lo que cuenta el anuncio está
bien.
Pues sí. Está bastante bien. Abrams
lo ha conseguido. Ha conseguido que friquis exigentes y niños de 10 años
aplaudan al acabar la peli. Y eso es muy difícil de conseguir. Abrams es
muy astuto. No empacha la pantalla con efectos digitales y vuelve a los
comienzos, a una historia de unos pocos personajes, muy similar a las de los
episodios IV, V y VI. A la historia de un padre y un hijo en lados diferentes
de la Fuerza. Le gustan los años 70 y allá va. Mezcla novedad y nostalgia,
jóvenes y veteranos, humor y acción. Si viste Lost ya sabes que Abrams es un trilero genial. Ha
realizado un remake sin que lo
parezca. Ha vuelto a contar la historia de 1977 para los espectadores de 2015.
Sin copiarla, pero calcándola. Sin imitarla, pero remozándola.
Se atreve a matar a quienes hay que matar, a
crear el drama y sostenerlo.
Harrison Ford
no se había sentido tan auténtico en un personaje desde hace mucho. Desde 1977,
creo. Nació para ser Han Solo. Carrie Fisher es una Leia que necesitaba
más papel. Pero está muy bien la nueva dinámica entre los dos.
BB-8. No me gustó ese balón de fútbol en los
tráiler pero me ha hecho mucha gracia en la peli.
A ver si lo adopta la FIFA.
Si no, lo adopto yo.
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