Flo y Vincent, siendo estudiantes, siempre
se peleaban, se gastaban bromas muy pesadas y se amaban. 15 años después, con
tres hijos, están aburridos y van a divorciarse. El trabajo les lleva a
destinos distintos y quieren que los hijos se queden con la otra parte. Es la
guerra.
Tiene golpes divertidos, algunos muy
graciosos. El problema es que la guerra alcanza proporciones de desmadre
exagerado y se vuelve inverosímil hasta para una comedia: llevar a la hija a un
local de strep-tease, intoxicarles con lejía, la demencial casa que busca el
padre… Lo de la abuela ya es un sinsentido. Y lo de las bofetadas, en fin…
Alcanza unos niveles de tosquedad muy pedestres.
Pudo ser tan buena como El nombre y acaba siendo una
bufonada.
Total, que aunque sólo dura 70 minutos
acabas pidiendo tiempo muerto, cansado de tanta gansada. Una de esas comedias
que piensa que todo vale. Y no. La comedia, más aún que el drama, necesita
medida.
-¿El padre fue demasiado tolerante?
-Oh, sí. Votó a François Hollande.
-¡Dios mío!
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