Las tiras de cómic nunca llegaron a gustarme
del modo en que sí lo hacían Mafalda
o Calvin y Hobbes.
A Carlitos
y Snoopy nunca les pillé el punto. No sé muy bien qué quería contarme,
si la vida de un niño inseguro o la de un adulto inseguro reflejado en la
metáfora de un niño o una sociedad light y con buen rollo que mira bien a los
perdedores que son buena gente. Nunca lo supe y sigo sin saberlo.
La película más de lo mismo. La aparición de
la chica pelirroja de la que Carlitos se queda colgado al instante es la excusa
para dar continuidad a la trama de desastres de Carlitos. En paralelo presenciamos
la imaginación de Snoopy, haciendo frente al Barón Rojo para acudir al rescate
de una perrita.
Y me preguntó: ¿y qué? No está mal, pero no
es lo suficientemente gracioso, ni lo suficientemente intrigante, ni profundo,
ni enérgico… Pasan cosas para que puedan colocarnos una moraleja final y ya.
Poca cosa. Sí me gustó ese análisis
loquísimo que hacer Carlitos de Guerra
y Paz, llenando la habitación de notas e hilos de conexión, como si
fuese el panel de una investigación policiaca.
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