Se queda muy cortita, la verdad.
Patrice Leconte,
evidentemente, quedó fascinado por la novela de Stefan Zweig, pero el
sentido profundo se le escapa a chorros, o quizá no ha sabido trasladarlo. Es
muy difícil trasladar a imagen la sutilidad de Zweig: el paso del
tiempo, la nostalgia, el fin de una época, los bruscos cambios del siglo XX y,
a la vez, la relación de un triángulo amoroso que es tanto metáfora como núcleo
de la historia.
Alan Rickman (mientras le veía eché
mucho de menos a Severus Snape) hace un gran trabajo y Rebecca Hall sabe
transmitir esa mezcla de pasión y relación platónica. El tercero en discordia, Richard
Madden, no tiene muy claro de qué iba la peli.
Buenos diálogos, un poquito cursi y excelente ambientación de
época, pero cansa su ritmo pausado y sobran muchas escenas. La del jardín
nevado es la que más evoca el espíritu de Zweig, pero realmente le falta
fuerza.
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