Algún día, con calma, serenamente, la cabeza
fría, sin ánimos encrespados ni rencillas, me gustaría sentarme con los
productores de Hollywood (o con algún representante de los Estados Unidos) para
preguntarles qué carajo ve la gente en Adam Sandler, por qué se empeñan
en creer que es gracioso, por qué no le ponen una orden de alejamiento de
cualquier cámara que grabe, de cualquier papel y boli en el pueda escribir un
guión.
No es que el primer Hotel Transylvania fuera la berza, lo más de los más, pero
tenía sus puntos. Aquí dejan que escriba el guión Adam Sandler y sale lo
que sale. Una cosa normalita, sosita, muy sosita. Y sale lo que le suele salir en
las películas de imagen real: gags alargados innecesariamente con la confianza
de que la prolongación de una situación absurda genere risa. Y no. Genera
pesadez. Ardor de estómago.
Bueno. Quizá tampoco deba pasarme tanto. Imagino que
para la chavalería está bien. Pero a nivel de dibujo se queda lejísimos de
Pixar o Disney. Eso sí: Sony escoge bien las fechas y recaudará lo mismo que
las grandes con una inversión más bien escasita. Business.
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