Para ser una peli rusa es bastante
hollywoodiense. No es el Stalingrado
(1993) crudo, bestia, reflejo sin concesiones de la brutalidad deshumanizadora
de la guerra. Es más bien una aventura de cinco soldados y una mujer que
protegen un edificio que da paso al Volga.
Hay que reconocer que tiene un mínimo de
decencia al dibujar a los personajes, caracterizándolos bien y presentándonos
con acierto su historia. La voz en off, muy medida, no sobra.
Pero hay cosas difícilmente perdonables como
esos ralentíes y esas aceleraciones para las peleas o ese comienzo y ese final
que encajan tan mal en la trama principal en flashback. A veces llega a ser un poco horterilla.
Una película bélica que se convierte en
propaganda de Putin acerca de los supuestos grandes gobernantes que ha
tenido y tiene el país. Se deja ver y es entretenida siempre que no pidas peras
al olmo.
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