Otra semana con estrenos que dan más pena Rajoy.
Y El secreto de Adaline, que
prometía algo, fue un chasco. Así que aquí va otra peli que dejé colgada hace
unas semanas.
Sigue llamándome la atención el cine
policiaco nórdico. Y sigo preguntándome si lo que ahí se cuenta, responde a una
supuesta sociedad de bienestar, que aquí hemos idealizado excesivamente, o si
lo que cuentan (a veces de un modo crudo) es el deseo de que pase algo fuerte.
Espléndida fotografía. Supongo que si vives
en un país con seis meses de noche aprendes a distinguir matices de luz dentro
de la oscuridad. Me gustan todas esas tonalidades que logran mostrar.
Continuación de El guardián de las causas perdidas. Carl y Assad. El borracho y
el árabe. No se puede decir que la pareja de polis protagonistas estén muy
definidos. Son esquemas imperturbables, sin matices. Y el trasfondo es sórdido
y cada vez peor. Entretiene mientras la ves, pero al mismo tiempo deja
indiferente. No enganchan los personajes ni una trama que resulta demasiado
truculenta y más explicada.
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