Hay muchas pelis de este estilo. Esta vez es
una ricachona anciana, estirada y gruñona, de origen estonio, que se ve
obligada a aceptar ayuda de una mujer estonia.
Desacuerdos iniciales, avances, altibajos,
final feliz. Previsible, convencional. Dependiendo del ingenio del director
puede haber un giro sorprendente o un planteamiento algo novedoso.
Una dama en París es excesivamente sencilla. Las anécdotas
son tan leves que apenas se pueden llamar así. Los encuentros relevantes tampoco
tienen mucha profundidad y los personajes no contribuyen a aclarar gran cosa.
Frida es Frida, frívola, vividora y cascarrabias hasta la tumba.
Y ese apunte de pseudo-romance tampoco acabo de
creerlo. Me habría parecido más lógico con el otro amigo del bar, que echó el
ojo a Anne desde el primer momento. En fin, una película para que se luzca un
poco la ya mayorcita Jeanne Moreau, pero sin mucha chicha.
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