La peli tiene cosas muy buenas. Esos minutos
iniciales, por ejemplo. El paso de llevar una vida normal a la evidencia de que
todo ha cambiado irrevocablemente.
Tiene también cosas buenas. Esa mirada a la
guerra desde la óptica de un pequeño pueblo: las rencillas que se han
convertido en monstruos, las envidias, celos, delaciones, traiciones,
deportaciones. El modo en que la amargura se vuelve venganza.
Y cosas malas que rozan el culebrón. Ese
romance, ese final. No opino sobre la psicología femenina. Hace tiempo que
renuncié a comprenderla. Pero verás, chica, por si no estás puesta, la
psicología del macho no funciona así. Un tío tan galante y amable, en la mejor
de las circunstancias (LA MEJOR), se acerca a eso. Un oficial, nazi, invasor, en
una guerra tan perra, tan embrutecedora, lo siento pero ni de coña. Ese final
debería haber sido otro. Ya me entiendes.
Con todo, me gustó. No está mal. Pero, de
nuevo, estoy un poco saturado de II Guerra Mundial. Michelle Williams y Kristin
Scott Thomas lo bordan.
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