Ryan Gosling decidió dirigir su
primera película y debió pensar: voy a hacerme notar. Y lo hace. Pero no creo
que para bien.
Una historia muy sórdida y muy decadente
ambientada en un espacio muy cutre y muy opresivo (arrabales de Detroit). Coctelera de Terrence
Malick, Nicolas Winding Refn y David Lynch, pretende ser más impresionista que narrativa y
añadirle un toque de realismo mágico (por así decir, si es que eres benevolente).
Christina Hendricks vive en una casucha. Su hijo adolescente roba cobre para vender y ella
trabaja en un espectáculo nocturno gore. Ambos tienen su respectiva némesis
malvada: el jefe de ella y el macarra despiadado que le oprime a él.
Imagino que todo esto pretende ser metáfora
de algo y que Gosling lo tiene claro. Yo no alcanzo a imaginar nada
serio más allá de la obviedad a la crítica del sueño americano.
No sé. Igual Gosling debería dejar de morder esa marca de palillos porque para mí que tienen algo.
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