Ni rastro de Harry Potter.
3 capítulos. En los dos primeros se
vislumbra una sociedad aparentemente alegre y feliz con una soterrada fuerza de
odio interior.
El tercer capítulo es devastador, cruel,
feroz. Una crítica social pero también personal. La destrucción de las
apariencias, el convencimiento de que es imposible un final feliz con las
actitudes que diariamente desarrollamos.
J. K. Rowling
toma ese disfraz colorista de los inicios, que sólo deja asomar retazos de
pulsiones, y lo arranca para exhibir la verdad. Salvaje, cruda.
No hay violencia explícita. Pero no es
necesario para exhibir toda la miseria. Un pueblo rural convertido en una
metáfora global. El fracaso de los humanos y las instituciones.
No está hecha para gustar. Está hecha para
doler. Y lo consigue.
En el primer capítulo moría el único hombre bueno.
Lo que vino a partir de ahí fue, simplemente, la lógica implacable.
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