No sé ni por dónde empezar a destrozar esta
película.
El crepúsculo de los dioses es una obra maestra
del cine por muchos motivos. Un retrato poco amable de Hollywood que resulta
creíble por la enorme naturalidad de sus personajes. Incluso Norma Desmond es
natural en su locura.
Así que, si vas a adentrarte en ese
argumento, lo menos que puedes hacer es aprender de esa peli. Cronenberg
la ha citado en muchas entrevistas pero está claro que no ha aprendido nada de
ella. O no ha querido.
Aquí no hay nada de sutilidad ni de
naturalidad ni de verosimilitud. Cronenberg es un histrión megalómano,
un loco con una cámara. Sus personajes son, por tanto, incestuosos,
esquizofrénicos, asesinos, pirómanos, sociópatas, psicóticos.
Cronenberg quiere ser alguien. No
sé si Haneke o Paul Thomas Anderson o quién. Pero sí sé que está muy por detrás, a lustros de luz de ellos, por una razón muy sencilla: detrás no hay nada.
Es que es lo que tiene el nihilismo. Vista una,
vistas todas. Y aunque quieres sacar conclusiones y ponerte superprofundo, a lo
más que llegas es a decir:
-¡Aaah! Todo es nada.
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