Citizenfour fue el alias que usó Edward
Snowden para ponerse inicialmente en contacto con Laura Poitras.
Acusar a Snowden de revelar secretos
es admitir la culpabilidad de Estados Unidos. La cuestión no es saber si Snowden
debe estar en la cárcel. La cuestión es saber por qué no está Obama.
Pero ya hablé de esto en otra ocasión.
Poitras no cuenta gran cosa
sobre los secretos revelados por Snowden. Ya están ahí. Ella rueda el
cómo y el por qué. Por qué hace lo que hace, por qué no le importa quedar
expuesto, cómo recibe las noticias de los telediarios sobre sus filtraciones,
cómo se entera de que su novia ha sido interrogada, los planes con el abogado
de Hong Kong, los e-mails que intercambian, la mediación de Julian Assange…
Muy sobrio. Quizá demasiado sobrio para mi
gusto. Pero esto es en lo que se ha convertido el espionaje. Tíos en una
habitación, con un ordenador, espiando empresas, competencia, posibilidades de
negocio.
Y sin más dilación este comentario va a
formar parte de ese Tera cada diez segundos que almacenan en Utah.
Jo. Cómo le cuesta, a un pro-yanqui como yo, tener
que decir estas cosas. Pero desde que la seguridad derrotó a la libertad (el
miedo a las agallas) nada es lo mismo. Reagan se estará removiendo en su
tumba y Nixon flipando en colores.
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