Muchas veces se pide a las películas que
sean fieles al texto escrito cuando se basan en una obra literaria. En el
caso de Cenicienta,
personalmente, habría agradecido algo distinto. Pero si le encargas la tarea a Kenneth Branagh es de imaginar un
ajuste exactísimo.
Branagh respeta la Cenicienta como si fuese un texto de
Shakespeare. Y dota a la obra de la misma barroca grandilocuencia:
vestuario, palacio, salones, bailes… Reduce la magia de los efectos especiales
a los momentos clave y se centra en la historia, los personajes, el drama.
Aunque tiene muchos momentos cómicos bastante graciosos.
Agradable, simpática, pero no me pareció muy
emocionante. Salvo que seas aspirante a princesa, claro. Para ellas es esta
película.
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