Pues ya está aquí la última pedrada visual
de los Wachowski.
En serio: no sé qué carajo es esto.
Se pueden perdonar cosas. Se pueden perdonar
los aerodeslizadores de Regreso al
futuro, el prota en plan rescate Terminator,
los signos de ovnis en maizales, la boda estilo La princesa prometida, el popurrí de cositas tontas que pueden
excusarse bajo el término de referencias.
Pero hay situaciones inexcusables. La trama
de la burocracia. Esa trama… Estoy seguro de que es la escena más desubicada de
un argumento que yo haya visto en mi vida. Una mezcla entre El proceso de Kafka y el surrealismo
de los Monty Python. Sólo rivaliza en desentonar con otra que viene poco
después: la pelotera de la familia rusa en el apartamento. Estas dos escenas
tan sin sentido… En fin. ¿Estaban borrachos? ¿Se confundieron con el metraje de
otra peli? ¿Estaban borrachos y se confundieron?
Después de ver estas dos escenas tan
inconexas pensé: ahora van a salir los minions, ya verás.
Entre el humor voluntario sin gracia y el
humor involuntario tronchante te das cuenta de que la trama no tiene ni pies ni
cabeza. Pero es que el argumento, mira tú, es lo de menos.
Y la cursilada de las abejitas. ¿Cómo es
posible escribir semejantes gilipolleces y esperar que un actor las recite con
naturalidad?
Total, que los Wachowski han
conseguido al fin abandonar el título de “los tíos que hicieron Matrix” para conseguir el de “los
tíos que destrozan cuanto tocan”.
Cine de garrafón.
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