La presente película no es, en sentido
estricto, de terror. Pero lo que cuenta es terrorífico. Me metí en ella sin
saber muy bien qué esperaba y me encontré con algo bastante desagradable. No
voy a contar de qué va la cosa para no desguazarla, por si acaso quieres verla.
Aunque no entiendo que alguien quiera verla si sabe de qué trata.
Es la historia de una familia que cumple un
ritual específico desde el siglo XVIII.
La última secuencia, como suele ser
habitual, reserva la traca final. Una animalada en toda regla con la que, si
tienes estómago, fliparás en colores.
De verdad que lo de la alfabetización
mundial está sobrevalorado. Si el guionista de esta peli hubiese sido
analfabeto todos habríamos salido ganando.
Si pese a todo lo dicho no puedes
resistirte, te recomiendo que tengas a mano, para aliviarte a continuación, un
capítulo de Gravity Falls, de Barrio Sésamo o de Oliver y Benji. Uno no puede
simplemente ver Somos lo que somos
e irse a dormir tan campante.
Una peli macabra con la única intención de ser
macabra. Y ya.
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