Es muy difícil innovar en el biopic musical, encontrar una narrativa
nueva. Salvo que les dé por ahí a Tarantino o Hal Hartley, que no
parece.
Tate Taylor prueba suerte con un
montaje fragmentado sin un punto central. Salta en el tiempo, atrás y adelante,
va y vuelve, a veces el protagonista se dirige directamente a la cámara. Es una
mirada que no consigue atrapar la verdad y parece que Taylor quiere que
sea así. Renuncia a conocer a la persona, sabiendo que es imposible. Deja su
música, su genio, sus éxitos, sus bajones.
Chadwick Boseman
hace un trabajo imponente, una mimetización alucinante, la forma de hablar, de
moverse, esos bailes que tanto copiaría Michael Jackson.
Como con casi todos los musicales, dirigida
a los fans del biografiado, en este caso James Brown.
-Llámame señor Brown.
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