Hay que votar: si reciben una paga extra de
mil euros, Sandra estará despedida. Si renuncian a la extra, ella seguirá
trabajando. Sandra tiene el fin de semana para intentar convencer a sus
compañeros de trabajo de que voten por su permanencia. Está casada, tiene dos
niños y a duras penas llegan a fin de mes.
La vida es fastidiada, está claro. Que
alguien nos lo recuerde de vez en cuando, es bueno, aunque más discutible. Que
automáticamente eso se convierta en una obra maestra, es distinto.
Me parece una buena peli. Otra sacudida
social de los Dardenne. Pero no tiene ni los sentidos metafóricos de El niño de la bicicleta ni su fuerza
cinematográfica. Es verdad que cada visita de Sandra a un compañero es una
angustia, un dolor, una vergüenza, una esperanza inesperada. Duele, cabrea, a
veces alivia.
Pero también es cierto que se vuelve
repetitiva en ese ciclo.
Marion Cotillard
está inmensa, arrolladora. Atrapa al espectador y le comunica toda esa congoja
y desconsuelo.
Insisto: impactar sí que impacta.
Pero no es una obra maestra del cine aunque sea muy interesante.
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