-Ella navega y espía. Yo no navego.
John LeCarré escribe buenas novelas
de espías. Necesita un guionista que sepa estructurarlas para hacerlas
accesibles y un director que comprenda que esto no es una de Bond, Hunt o
Bourne.
En esta ocasión se han dado las condiciones
para las tres cosas. Una historia pausada, construida poco a poco, muy poco a
poco, pieza a pieza. Sin tiros ni persecuciones ni destrozos de ciudades ni
regueros de cadáveres.
De todos modos, alguien le podría decir a Corbijn
que por poner un poco de acción o una escena muy intensa, no pasa nada. Pero
está bien como está.
Eso sí: hay que prepararse para un final
desolador que evidencia cuáles son los verdaderos intereses de los gobiernos
para conseguir un mundo seguro.
John LeCarré es de los míos: sabe
que los estados democráticos modernos son corruptos por definición. Sólo llegan
hasta ahí los mediocres, los que no tienen esperanza en la libertad de la
especie humana.
Y un lujazo de reparto. Desde
Seymour Hoffman a Robin Wright pasando por Rachel McAdams,
Nina Hoss, Daniel Brühl, Willem Dafoe...
-Parece una pluma, escribe como una pluma y
escucha como una pluma.
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