Pedro Solís ganó este año el Goya al mejor
corto con Cuerdas, pero ya lo
había hecho en 2011 con La bruxa.
Es un corto y, por tanto, a veces es difícil
contemplar el tempo. Me parece que no es el tempo adecuado a lo que cuenta.
Dejando eso al margen, la historia tiene su miga.
Una bruja que, como cualquier princesa,
quiere en su vida un príncipe azul. Pero también es una bruja desubicada. No
vive en su época y querría vivir con la modernidad. O, al menos, eso es lo que
a mí me parece que cuenta.
A la bruja le costará poner los pies en el
suelo. Como a cualquiera que piense que hay un príncipe azul o una princesa
perfecta. Al final, como siempre, es la persona que uno tiene al lado o, quizá,
tan sólo un poquito más allá.
No es una animación excesivamente compleja,
pero es buena.
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