Es más tosca que una ensalada de pelo.
Dom sale de la cárcel después de 12 años.
Intenta recuperar su dinero y a su hija. Y las cosas no van como esperaban,
hasta que sí.
Toda la trama discurre de modo aleatorio y
entre gritos. Jude Law grita por todo y para todo y muchas veces se nota
que no es creíble.
Detrás de este producto hay un director que
quiere parecerse a Guy Ritchie. Al buen Guy Ritchie, claro,
porque nadie quiere parecerse al malo. Al Guy Ritchie de Snatch, cerdos y diamantes. Pero se
queda muy lejos del buen Ritchie e incluso lejos todavía del mal Ritchie.
Hay larguísimas conversaciones que se supone
deberían ser graciosas, llenas de chispa. Pero lo consigue en contadas
ocasiones. Y el tono gamberro de los primeros 80 minutos es radicalmente
incompatible con los presuntamente moralizantes y dramáticos 10 minutos
finales.
A veces es tan aburrida que da hasta pena.
Pobre.
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