Aprovechando el desierto fílmico de estrenos
de las últimas semanas (menos mal que estaba El viento se levanta) retomé algo que tenía bastante abandonado
desde hacía tiempo: los cómics.
La mayor sensación de estar viendo un cómic
en el cine (con imagen real), hasta ahora, fueron los primeros 8 minutos de Melancolía de Lars von Trier. Aparte de eso
recuerdo algunos intentos tibios dispersos aquí y allá. Lo último fueron los
ralentizaciones extremas de The Amazing Spider-Man 2.
Así que he revisado Sin City, The Walking Dead y algún otro superhéroe. Me reafirmo en mi idea de la
imposibilidad de adaptación. Y, por tanto, en la necedad de las protestas de
los fans comiqueros. Renaissance ha sido lo más fiel que he visto en animación en blanco y negro. Y ni así. Es
paradójico tratar de ser fiel a una imagen cuya fuerza reside en su estatismo mediante
un medio cuya fuerza reside en su dinamismo.
Como siempre se puede adaptar el argumento,
la idea, hacer guiños, juguetear. Pero el espíritu, la esencia, se perderá a
chorros.
Así que recuerda: cuando oigas que adaptan un cómic, olvídate del cómic. Esto es otra cosa. Te evitarás frustraciones, te llevarás mejor con la gente en el trabajo y tus hijos te tomarán más en serio.
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