Odio profundamente esta clase de películas.
Me parecen tan baratas, tan rastreras, tan mecánicas, tan
facilonas...
Stephen Frears
es un director que me suele gustar. Pero al igual que otros muchos directores,
tiene sus neuras. Y cuando le tocan la fibra, no hay quien pueda. En el caso de
Frears es su oposición a la religión. Cuando lo ideológico se mete en su
cine se echa a perder. Bueno, como siempre que gana lo ideológico sobre la
narrativa.
Y mira que, con un poco de mesura, se podría
haber hecho una peli interesante. Pero a las monjas las pinta con trazos
demasiados negros y a la protagonista con trazos tan bondadosos
que llega a parecer idiota. Muy bien Judi Dench, la verdad. Y a Steve
Coogan lo pinta como... como él mismo, el equilibrio, la visión de la
intelectualidad, la inteligencia, el sentido común, el punto medio perfecto e
ideal que no es de nadie.
Con todo, el verdadero problema es otro. El
problema es que es una de esas películas de apariencia dramática que esconde un
culebrón sentimental: adopciones irregulares de niños, problemática gay, SIDA, muerte no
esperada, conflictos de escuela de primaria...
Quizá te guste porque la peli busca
desesperadamente la lagrimilla, la conexión emocional. A mí me ha parecido una
basura de principio a fin. Salvando la interpretación de Judi Dench,
claro. Otra nominación al Oscar que me parece un chiste.
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