18/12/13

Los crímenes de Fjällbacka

Entiendo que esta serie guste, mucho, a las cadenas españolas. Y Canal+, un canal de filosofía gasta poco y gana mucho, no ha tardado en echarle el ojo.
Primero porque cada capítulo dura 80 o 90 minutos. De hecho, en Suecia, no es una serie. Son películas para televisión. Aquí lo llamamos serie porque estamos enfermos y nos han acostumbrado a capítulos de esa duración. Así que encaja con los horarios demenciales de programación.
En segundo lugar porque es una visión muy distinta a las habituales policiacas nórdicas. Nada de sordidez y podredumbre y gente depre. En esta serie la gente no parece sueca. Parece normal. La prota es una joven escritora, casada con un poli, madre de tres hijos, que lleva una vida sencilla salvo porque le gusta meter las narices en los casos de su marido. Y resolverlos.
En tercer lugar porque nos recuerda a cosas ya vistas. Una mezcla de Miss Marple, Se ha escrito un crimen y Los misterios de Laura. Y ya se sabe que la gente siempre quiere lo mismo.
En cuarto lugar porque es totalmente blanca. Sirve para un niño de 7 años o para una señora de 97. Están los gemelitos y está la suegra. Todo el mundo puede identificarse con alguien.
Es flojita a más no poder y igualmente fácil de ver (no he visto todo, pero es suficiente) pero seguro que tiene éxito en la amodorrada programación española.
Me ha llamado la atención, en relación con el punto segundo, que la protagonista (Claudia Josefina Galli Concha) sea descendiente de latinos y casada con un latino; y que otra de las polis (Pamela Cortés Bruna) también lo sea. Digo: igual por eso parece gente normal.
Desde luego he investigado y, efectivamente, Ingrid Bergman veraneaba en Fjällbacka.

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