21/12/13

Futbolín

Para mí ver un partido de fútbol es un suplicio. No hay cosa en este universo que me haga bostezar más. Excepto leer a Virginia Wolf.
Pero el fútbol en cine ha logrado algunas cosas interesantes y que dirigiese Juan José Campanella era un gran aliciente.
Así que veo la primera escena, esa parodia de 2001: Una odisea del espacio, ese homo sapiens como homo futbolero, y pienso que voy a presenciar un peliculón.
Pero... Sí, pero. Campanella es un gran director de cine, pero antes es argentino. Le puede la sangre. La sangre del fútbol que todo argentino lleva insertada en su ADN. Genética pura. Él se deja ganar y a mí me deja en fuera de juego.
Porque unos jugadores de futbolín que cobran vida pasan a convertirse inmediatamente en una versión barata de Toy Story, un plagio pobre que intenta emularles sin fortuna.
Caótica, sin una trama bien estructurada, acumula cosas sin mucho sentido. No es mortalmente aburrida pues tiene sus buenos puntos. Plana como guión, agitada en su aspecto.
O quizá hay que ser argentino para apreciarla por completo y entender la idiosincrasia particular. O quizá carezco de sensibilidad para paladear ese partido de fútbol final y donde otros se emocionan, yo me duermo.

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