1/9/13

Dolor y dinero

No lo sé seguro. Pero estoy convencido de que Michael Bay, insigne director de Transformers, debió de sentarse un día a ver una película de los hermanos Coen (pongamos Fargo por caso) o de Oliver Stone (Salvajes, por suponer). Posiblemente las vio seguidas, las mezcló, se equivocó con lo que bebía y creyó que podía hacer algo parecido.
Bay sabe que los Coen utilizan personajes surrealistas y que Oliver Stone utiliza un montaje un tanto llamativo. Y él se dedica a eso, a mezclar cosas sin ton ni son, a usar la cámara lenta sin venir a cuento, a quebrar el montaje para ver si así parece que las cosas pasan rápido. Sin estilo personal, a lo loco, porque igual hasta queda bien.
No niego que la historia, en manos de los Coen, habría dado para mucho. Tres imbéciles, magníficamente imbéciles, que queriendo realizar el sueño americano cometieron robos, secuestros, asesinatos, dejando rastros tan evidentes que despistaban a la policía.
En manos de Bay no pasa de ser una sucesión de gags inexplicables.
Lo mejor es Ed Harris. No sale mucho, pero aun así es lo mejor.

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