Porque lo cierto es que, de las horas y media que dura, se pueden rescatar 20 minutos: la escena de acción, al final, con los dos trenes persiguiéndose.
Todo lo demás no es sólo la historia de un hermano equivocado. Es un guión equivocado, un ritmo equivocado, un ir y venir equivocado. Bien es cierto que se deja ver la mayor parte del tiempo porque hay medios detrás. Pero su pretensión de seguir la estela de Piratas del Caribe es un sueño. Ni siquiera es muy graciosa.
Y luego estaba Ruth Wilson, la Alice de Luther, a la que, claro, me costó mucho aceptarla como una mamá de recursos limitados. Y a Helena Bonham-Carter apenas le dan cancha. Y Armie Hammer, supuesto protagonista, vuelve a ser devorado por Johnny Depp que, sin ser algo fascinante, es lo mejor de la película.
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