La cuestión marital. Durante muchos capítulos se repite más que la morcilla. Disensión y reconciliación. Lo mismo ocurre con el espionaje. Capítulos cerrados que no parecen ir a ninguna parte.
Estuve a esto de dejarlo.
Pero llega el final del capítulo 8 y el 9. Al final del 8 se rompe la dinámica matrimonial cuando Matthew Rhys deja la casa y se va a vivir a un motel. Y, en el 9, en la cuestión del espionaje, las decisiones del agente Amador implican un punto de no retorno.
Mejora mucho a partir de ahí. Aunque hay situaciones tan inverosímiles y absurdas como el matrimonio que organizan a la carrera, tan irracional desde un punto de vista sentimental como desde el del suspense. De hecho es tan ridículo que parece de coña.
Claro que hay otras cosas geniales. Esos duelos, las amenazas nada veladas, la paliza entre Keri Russell y Margo Martindale, son escenas maravillosas. O la propia Martindale comportándose como una abuelita.
No puedo decir que me haya decepcionado, pero tampoco me ha estimulado gran cosa. El capítulo final me parece bastante bueno. Pero nuestro matrimonio de espías rusos está dejando agujeros en sus coartadas por todas partes.
También me gustan los disfraces. Ay, esos pelucones.
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