En Crepúsculo,
Stephenie Meyer inició, alevosamente, un ataque sistemático contra el
género de terror. Tras pasar por sus manos, licántropos y vampiros quedaron
reducidos al más esquemático romanticismo baboso.
Pese a su éxito, pero insatisfecha (típico
de los psicópatas seriales), vuelca ahora sus fuerzas contra la
ciencia-ficción.He leído muchos comentarios que hablan de la relación con La invasión de los ultracuerpos. Es una conexión propia del mal periodismo: espuria, simplona, tópica. En realidad tiene mucha más relación con la serie Stargate, con sus goa'uld, sus jaffa y su Tok'ra. Diversos modos en que una entidad alienígena entra en simbiosis con un cuerpo humano. Sólo que en Stargate estaba mejor contado.
Porque aquí todo ese rollo no sirve como metáfora de nada. No es más que la satisfacción de una fantasía: morrearse con dos tíos, con la mejor de las intenciones y porque hay que hacerlo. La mayor chorrada argumental que he visto en mi vida. La gente en el cine se tronchaba por no llorar.
Y el problema es que la idea no ha salido de una adolescente hormonada en primavera. Es de una señora con cuarenta años.
Que se lo mire, por favor.
-Estamos perdiendo el control.
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