En realidad un bruto irlandés. Un capullo irlandés. Un políticamente incorrecto irlandés. Un irlandés de los pies a la cabeza que hace las cosas a su manera. Y, mientras el resto de la policía está untada, a él no le importa que muestren unas fotos suyas con un par de señoritas de compañía. De hecho, encantado.
Ese cóctel cultural y el modo imprevisible en que transcurre buena parte del guión, debería haber desembocado en algo fresco. Pero, de pronto, unos saltos temporales precipitados y todo se vuelve rutinario y previsible, con final de manual, desangelado y tosco.
Una lástima.
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