1/4/12

Lorax: En busca de la trúfula perdida

A Woody Allen, cuando escuchaba a Wagner, le entraban ganas de invadir Polonia. Yo, cuando veía Lorax, sentía deseos de quemar el Amazonas. Con una desquiciada tormenta de napalm.
Los tipos que hicieron Gru, mi villano favorito, merecían una segunda oportunidad. Aquella mezcla de tonos macarras y tiernos, funcionaba asombrosamente bien. Era desenfadada, divertida, desprejuiciada.
Así que han tomado la segunda oportunidad y, vaya, no puedo decir que la hayan desaprovechado. Más bien me parece un intento de suicidio.
Lorax es una peli infantil y debe medirse por otros parámetros y ser contemplada con otra perspectiva y todo eso. El problema, como muchas, muchas, muchísimas veces, es su tono ideológico que, a fuerza de buenismo ecologista, se vuelve plasta, agota y destroza todo lo demás. Obama está haciendo mucho daño. Es difícil encontrar, en el cine americano (exceptuando la propaganda de guerra), otra película tan descaradamente panfletaria, tan ingenuamente imbécil.
Mucho colorín y muy recargado todo.
Pero cine muy poco.

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