6/1/12

Moulin Rouge

Lars von Trier ha hecho cosas buenas al cine. Y también mucho daño. Por ejemplo aquel musical, por llamarlo de alguna manera, llamado Bailar en la oscuridad. A partir de ahí, la gente cogió la manía de terminar los musicales con la muerte del protagonista. Véase, por ejemplo, la reciente tontería con la que todavía muchos babean, Cisne negro. Cosa que, a su vez, me hace pensar en que nadie vio West Side Story. Allí también moría el prota y la gente siguió haciendo los musicales como si no hubiera pasado nada: con final feliz.
Viene en los manuales. Musical=final feliz.
Carca que es uno.
Fred Astaire, Ginger Rogers, Bing Crosby, Esther Williams... Ah, qué tiempos aquellos.
El caso es que, gustos a parte, Moulin Rouge es llamativa visualmente pero una pedrada en muchos sentidos. La principal de ellas su inadecuación entre fondo y forma. Bailar en la oscuridad ya te preparaba para lo peor. Sin embargo, la estética kitsch, juguetona, tontuela y ridícula de Moulin Rouge, no encajaba para nada con ese final. No tiene, por otra parte, un baile inolvidable o una canción antológica. Pese a sus excesos coloristas.
Aunque:
-Que maravillosa es la vida, ahora que estás en el mundo.

2 comentarios:

edp dijo...

Una película ambientada en el mundo de la música no tiene porqué pertenecer al género musical (en el caso de El cisne negro). Y para tradición de este tipo de películas con final infeliz donde los haya, véase Las zapatillas rojas.

Individuo Kane dijo...

De acuerdo con lo de "Cisne negro". No es un musical. Pero mira que lo intenta. Ese es otro problema de la película: su pretensión de ser un retrato fiel del mundo de la danza. Y, por eso mismo, lo que ha cabreado a tantas bailarinas que se dedican a ello.

Pero no es esa la cuestión: como en muchas otras ocasiones, estoy de coña. Y creo que esta vez me he esforzado bastante en la entrada para señalarlo.

Simplemente: me gusta que los musicales acaben bien. Si no lo hacen, aunque la película pueda ser interesante, me siento un poquito frustrado.

En este sentido me encantó "Chicago". Pese a todo su cinismo y sarcasmo encuentran la salida apropiada.

Y también en "Evita" aunque ella muera (según lo previsto). No es un final triste. Es como tiene que ser.

En todos los géneros hay que cuidar la adecuación entre fondo y forma. Pero en un musical creo que más aún.