3/11/11

Las aventuras de Tintín: El secreto del Unicornio

En la cuestión de adaptar un medio a otro no entro. Hergé hacía en los cómics cosas imposibles de adaptar (por ejemplo: esos trazos para expresar movimiento que en el cine no tendrían sentido).
Así que no esperaba una adaptación fiel. Ni falta que le hace.
Para mí es suficiente mérito que la sala estuviera llena de adultos sin niños. Gente de entre 20 y 70 años. Sólo había una niña. Que los adultos se acostumbren a ver dibujos animados es importante.
Entre otras cosas porque después de Avatar y de Tintín cada vez parecen más superfluos los actores profesionales. Todavía los usan para captar movimiento. Pero ¿por qué vas a pagar a actores, especialistas, caros platós, escenarios exóticos? La animación ya lo puede hacer casi todo. Esos travellings imposibles de los que está llena Las aventuras de Tintín: El secreto de Unicornio. Tan llena que abusa y agota. Esos travellings que, ahora lo veo claro, Spielberg quería filmar desde el comienzo de su carrera, cuando inventó el travelling spielbergiano: la cámara corriendo a la altura de los talones de un personaje que huye. Y Milú es una buena excusa para explotarlo al máximo.
Espectacular, sí. También excesivo. Pero evidencia que ninguna escena es imposible de filmar.
Como me decía Fernando ayer: es hora de filmar en dibujos animados Ana Karenina, El Quijote, Hamlet.
Bueno. Yo creo que no es hora. Todavía. Pero falta menos.

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