25/11/11

Calabuch

Berlanga es Berlanga. Sólo hay uno. Tal vez, un día, los directores españoles le redescubrirán.
Siempre es fascinante su habilidad para pasar del costumbrismo a la comedia, de ahí al melodrama de cuento y, al final, al surrealismo. Porque se le va la pinza, claro que sí. Pero de un modo alocado, divertido.
Y la otra gran virtud de Berlanga es su planificación. Con cuatro duros, sabe crear unos planos bellísimos. Esos cascos y lanzas romanos tendidos en la playa, sacudidos por la marea. El absurdo se convierte en metáfora. Calabuch, el pueblo de 900 habitantes, dispuesto a declarar la guerra a los Estados Unidos. Y pierden la batalla con elegancia porque la vida es así. Tiene que ser así.
Tiene muchas similitudes con Bienvenido Mr. Marshall. No es tan sutil ni tan redonda y quizá con demasiados personajes que deberían haber cerrado mejor sus propias tramas. Pero creo que igualmente disfrutable.

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