20/7/11

Convención en Cedar Rapids

Exactamente ésta es la clase de películas que a mí no me dicen nada y que a muchos críticos les agradan hasta el delirio. Intento comprenderlo pero no llego muy allá: a muchos les gusta lo de siempre, pero contado en plan cutre. Si es cutre, es bueno. Si es cutre, es mejor.
Pon el sello indie y le sumo cuatro puntos a la calificación final.
Porque, en el fondo, Convención en Cedar Rapids no pasa de ser una película al estilo de Resacón en Las Vegas, realizada con un presupuesto ínfimo y personajes pardillos, paletos que descubren su primer hotel en una ciudad pequeña.
Son vendedores de seguros de pequeñas poblaciones del Medio Oeste que se reúnen una vez al año para hacer el gamba y tomarse unas vacaciones de sus quehaceres, sus matrimonios y sus complicaciones mentales.
Lo que pasa en Cedar Rapids se queda en Cedar Rapids.
Y, al final, por supuesto, una moraleja bienintencionada y contradictoria con todo lo anterior, tan simple, tan tonta, tan elemental, que haría ruborizarse a Disney por su infantilismo.

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