17/10/10

Locos del aire

La historia de el gordo y el flaco, Oliver Hardy y Stan Laurel, se caracteriza porque lograron el éxito con los comienzos del cine sonoro, a diferencia de lo que ocuría con la mayoría de los cómicos.
Oliver y Stan, durante los primeros años del sonoro, doblaban ellos mismos las películas a muchos otros idiomas, entre ellos el español. No tenían ni idea de lo que decían: se limitaban a aprenderse la fonética de memoria y lo soltaban después. Y eran muy buenos y muy graciosos, por lo que tenían más éxito que otros que empleaban el mismo sistema.
El verdadero problema llegó cuando a Stan le doblaron profesionales españoles. Y pusieron voz de niño mimado a alguien que tenía una aristocrática dicción británica. Las pelis que hacían por aquel entonces no eran muy buenas y se limitaba a repetir gags de slapstick que ya habían realizado en otras ocasiones.
Locos del aire es de una etapa tardía (1939) y todos los defectos mencionados se acumulan. Oliver sufre una decepción amorosa cuando una mujer rechaza su oferta de matrimonio. Ella ya está casada. Así que Oliver y Stan, para olvidar, se van a la Legión Extranjera, aconsejados por un comandante. Lo que no saben es que el comandante es el marido de la chica y lo que no sabe el comandante es que acaba de fichar a dos descerebrados.
Graciosilla la persecución final por los terrenos (y por los aires) de la Legión Extranjera y, probablemente, el final más surrealista de todos los que hicieron.

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