6/11/09

Home, ¿dulce hogar?

Esta vez sí que me han engañado bien.
No tenía claro lo que iba a ver, cosa que, a priori, me gusta. Asistir a una película imprevisible.
Familia hippie feliz. Feliz en plan risa tonta. Hippie en plan francés. Quiero decir que no se privan de una parabólica y piscina. Ji, ji; ja, ja. Aprovechan los restos de una autopista que nunca se acabó de construir para disfrutar de la naturaleza y de una vida en común que se acerca a sugerencias incestuosas. Pero la autopista vuelve a ponerse en marcha.
El ruido es molesto así que se encierran en casa, tapian puertas y ventanas, sellan cualquier abertura a cal y canto. Logran evadirse del ruido pero empiezan a volverse locos (si es que no lo estaban ya antes), violentos, paranoicos. El drama es tan esperpéntico que me daba la risa sin que ese fuera el objetivo de la peli.
Es una metáfora de algo. Digo yo. Lo que pasa que ese algo no me interesa porque la metáfora me parece vulgar, obvia y, a la postre, irrelevante.
Y es desesperantemente lenta.
Ya decía Orson Welles en El tercer hombre que los suizos eran incapaces de hacer arte.

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