La potencia dramática del comienzo, desde que Dakota Fanning aprieta el gatillo hasta que deja la nota sobre la mesa, pasando por el castigo físico del maíz y las brutales discusiones entre padre e hija, me hizo creer que iba a presenciar una película memorable.
Después, los excesos sentimentales, la abundante miel azucarada de esa colmena, hacen que la cinta pierda unos cuantos puntos.
Podía haber sido tan buena como Matar un ruiseñor o, al menos, como Tomates verdes fritos. Bastaba con suprimir unas cuantas cosillas de aquí y allá.
Pese a todo, me parece que tiene muchas cosas buenas: la ambientación en un Estado sudista en 1964, el racismo, el peculiar cristianismo de las gentes, los toques de realismo mágico, la vida cotidiana de una pequeña población, el espíritu latente de Martin Luther King sobre los afroamericanos, los blancos que se resisten a los cambios...
Cinco actrices enormes: Queen Latifah, Jennifer Hudson, Alicia Keys, Sophie Okonedo y, una vez más, Dakota Fanning. Una colmena con una reina, como una isla en medio del mundo que, obviamente, no siempre podrá seguir en paz.
Pese a todo el sentimentalismo, hay secuencias e ideas que me reconcilian con ella, metáforas como la de los paneles llenos que se deben cambiar por otros vacíos.
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