24/1/09

Transporter 3

Allá por el año 2002 Frank Martin se dedicaba a transportar ciertas cosas de las que una compañía de transportes normal no podía ocuparse. Apareció con un BMW y tres reglas: un trato es un trato, no hay nombres, no se abre el paquete.
Transporter era divertido, rítmico, imposible. Peleas y persecuciones en coche. Ya está. No hacía falta nada más.
Pero alguien pensó que sí hacía falta algo más y Frank Martin volvió a pasearse por los cines en 2005 con Transporter 2, cambiando el BMW por un Audi y mandando sus tres reglas a freír puñetas. Es decir: todo daba igual. Del personaje original no se respetaba otra cosa que el nombre. Todavía me despierto por las noches soñando con esa secuencia, una de las más estúpidas que he visto en el cine, en la que Frank Martin se quitaba una bomba lapa de los bajos del coche dando una voltereta con el vehículo y rozando una grúa o una farola o algo así. Era tan imposible que, en vez de provocar asombro, permitía pedir a los taquilleros del cine que te devolvieran el dinero.
Ahora llega Transporter 3. Una vez olvidadas las reglas de Frank Martin se han olvidado de rodar bien las escenas de acción: es casi imposible ver un puñetazo filmado en condiciones, el especialista de la bici debería cobrar más que Jason Statham porque no se ve al actor ni una sola vez y el pastelón pseudo-romántico es, sencillamente, inconcebible.
Una alegría ver por ahí a Robert Knepper, una vez más como malo malísimo. Lástima que sea él el que tenga que morir. Porque tanto Jason Statham como su compañera se lo tenían bien merecido.

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