19/9/08

Cien clavos

Hay algunas personas que te advierten, para que las veas venir.
Ermanno Olmi, por ejemplo.
Solía hacer películas raritas que tenían su público hasta que hizo El oficio de la armas, que consiguió ampliar el público bastante más y ganar premios en festivales. Hay una regla de oro que nunca, jamás, bajo ningún concepto, debería violarse. Y se viola continuamente: nunca des un premio a alguien que hace cosas raritas.
Más que nada porque acaba creyéndose alguien.
Cien clavos empieza rarita pero interesante: cien libros clavados al suelo con gruesos clavos, la policía investigando, un profesor de filosofía fugado...
Y al llegar al profe, resulta que es un tipo con delirios mesiánicos que decide instalarse en una choza, disfrutar de la vida bucólica, hacerse amigo de los del pueblo y, finalmente, defraudarles a todos.
Supongo que Olmi consigue sentirse un ser superior con sus incomprensibles metáforas. El error sería pararse a averiguar qué nos ha querido decir.
Ni caso. Tú a lo tuyo.

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