4/11/07

Stardust

Neil Gaiman es uno de esos individuos que engendran fanatismos de odio o de admiración. A mí, la verdad, ni fu ni fa. Por otra parte, como la película la adapta Matthew Vaughn, uno puede contemplarla con distanciamiento, sin prejuicios.
Habría que decir que Stardust es sensacional... si no existiese La princesa prometida. Pero existe. Lo que hace Stardust es centrarse en las mejores secuencias de La princesa prometida y tratar de reversionarlas. Bueno, pues lo hace bastante bien: peleas de espadas, los fantasmas con humor, la persecución...
Ahora bien, el guión que escribió William Goldman era una obra maestra en su género, sobre todo porque inventaba el género. En ese sentido, Stardust, se queda lejos. Matthew Vaughn se ve obligado a suplir el desbordante ingenio de Buttercup, Westley, Montoya y demás compañía, por ocurrencias tan peregrinas como la de convertir a Robert de Niro en un mariposón. Vale, y hasta tiene gracia al principio, pero luego se hace cargante por lo previsible.
Hay un porrón de gente conocida en el reparto que hace atractivo el visionado, además de que consiguen hacer creíble este correveidile de personajes y tramas que acaban encajando correctamente. Es entretenida y con algunas soluciones inesperadas. Se ve con agradecida facilidad.
Pero es que Buttercup nació en una pequeña granja, en el país de Florín y, desde entonces imitarla es rendirle homenaje, querer ponerse a su altura es humillarse, plagiarla es ponerse en ridículo. Y, precisamente porque Stardust trata de evitar las comparaciones, las pone de relieve.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Inconcebible!

Individuo Kane dijo...

Como desees.