3/5/07

La maldición de la flor dorada

Cuando oí este título por primera vez pensé que debía ser una especie de continuación de la película de Woody Allen, La maldición del escorpión de jade. O algo de terror. O algo de aventuras.
Luego vi que el director era Zhang Yimou.
Siempre me ha costado llegar al final de las películas del director chino. Siempre. Me costaba cuando ganaba el Festival de Venecia con historias sencillas de gente sencilla. Me costó cuando se pasó al cine de historias complejas de artes marciales. Disfruté con Hero aunque, en mi opinión acaba por resultar confusa por culpa de un montaje desacertado.
Viendo La maldición de la flor dorada, entiendo por qué Zhang Yimou es admirado por muchos. Una película de un precisismo y una estética tan apabullante como la de la foto, necesariamente te atrapa los sentidos. Si la gente no queda con la mandíbula desencajada, si no anda recogiendo los ojos por entre las butacas, es porque el director se contiene para que sigamos viendo la película. Sales de la sala con la sensación de haber estado realmente en el maldito Palacio Imperial chino. Además la trama tiene cierto toque shakespeariano.
No me extraña que un jurado, sobre la marcha, la seleccione; no me extraña que el público, en el momento, tenga que limpiarse las babillas; no me extraña que los tráiler queden tan redondos, intensos, perfectos.
Pero esta película, como las demás de Zhang Yimou, se olvida enseguida, o la mezclas en la memoria con otras parecidas, la confundes. Y, al cabo de poco tiempo, si te preguntas por qué te gustó tanto, lo único que te queda es la fotografía. Importante, pero no suficiente.
Eso sí: la potencia visual no se la quita nadie.

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